jesús Petit Da CostaViernes
Desde 1983 hasta 2007 el bolívar se ha depreciado en 151.062,79%, de 4,30 por dólar a 6.500. Algo inimaginable para los que conocimos aquella moneda nacional que fue nuestro orgullo, por su fortaleza y su aceptación en todo el mundo. Un calvario para los que hemos vivido, paso a paso, la tragedia del país, que no se ha detenido en su caída. Una tragedia para los pobres que pasan por la angustia interminable de sobrevivir con un salario que se encoge. Una vergüenza para todos los venezolanos, porque ha coincidido con la mayor bonanza petrolera.
La depreciación brutal del bolívar sólo tiene una explicación. No hemos tenido un buen gobierno desde 1975, coincidencialmente la fecha de la nacionalización de la industria petrolera. A partir de aquel año, que en otras circunstancias recordaríamos con festejos, hasta la presente fecha, todos los gobiernos que se han sucedido incurrieron en los mismos errores, practicaron la misma política económica, cayeron en los mismos vicios. Ninguno ha sido distinto. Cada uno ha parecido la copia del anterior, con más sombras que luces.
En los 24 años transcurridos desde el “viernes negro” de 1983 no hemos tenido estabilidad monetaria. Y, desde luego, tampoco estabilidad de precios, porque inflación y depreciación monetaria van unidas como hermanas siamesas. Padecemos una inestabilidad monetaria que se ha constituido en la enfermedad crónica de nuestra economía, la cual nos impide hacer planes a mediano y largo plazo. Es demasiado tiempo con el mismo problema. Hemos consumido el período correspondiente a una generación sin resolverlo. En este mismo tiempo Fujimori estabilizó la moneda peruana, Sánchez Losada la boliviana, Menem la argentina, Cardozo la brasileña y Salinas la mexicana. Ecuador y Panamá adoptaron el dólar. Todos los países importantes de América han estabilizado su moneda. La única excepción somos nosotros, precisamos los que soportamos a un gobernante que malbarata la renta petrolera echándosela de ricachón regalando dinero, pero con dólares porque nadie le acepta bolívares. Es el colmo del cinismo y la desvergüenza.
Con Chávez no hay solución para la inestabilidad monetaria. Está comprobado por sus nueve años de gobierno, que han sido desastrosos para la moneda nacional. Esta no vale nada. No circula en los demás países, ni siquiera en Bolivia y Nicaragua. Ya no usamos billetes sino unos vales internos que canjeamos por lo que conseguimos. No es moneda. Es basura. Entonces está claro: si queremos estabilidad monetaria, debemos comenzar por salir de Chávez. Hecho esto, condición ineludible para resolver el problema, hay que proceder con audacia y sin miedo en materia monetaria.
Sinceremos la dolarización con el dualismo monetario Partamos de una realidad innegable e inmodificable: la economía venezolana está dolarizada. Los precios de bienes y servicios se fijan tomando el dólar como moneda de referencia. No importa que haya control de cambios. La dolarización determina la necesidad de sincerar la base monetaria de la economía. Pero no adoptando el dólar como moneda nacional, sino estableciendo el dualismo monetario como Panamá. El mecanismo para implementarlo será permitir la entrada masiva de dólares traídos por turistas e inversionistas y su circulación legal junto con la moneda nacional, cualquiera sea su nombre.
El libre ingreso y circulación del dólar en el sistema de dualismo monetario tendría por objeto demostrarles a todos los agentes económicos que somos una economía abierta a la circulación de capitales, con especial a los empleados en la reconstrucción del país y su crecimiento económico. Con la libre circulación del dólar conseguiríamos sincerar los precios y estabilizarlos. Y además daríamos seguridad a productores, industriales y comerciantes de que la inversión, la exportación y la importación no estarán expuestas a cambios bruscos de las reglas de juego, ni a resoluciones ministeriales discrecionales.
Además el dualismo monetario servirá para que el pueblo pueda distinguir entre el sistema económico fracasado, existente en el pasado, y una economía moderna con estabilidad monetaria, en la cual pueda poder confianza para planear su futuro personal y el de sus hijos. En este sentido contará con el beneficio de que las tasas de interés por préstamos para adquirir viviendas, por ejemplo, se ajustarán a las modestas de la zona del dólar.
Y si faltare algo, diré que, con el dualismo monetario y la renta petrolera conjuntamente, Venezuela se convertiría en un centro financiero mundial, generando prosperidad para todos.
El sector público se verá obligado a competir Tres consecuencias importantes tendrían el dualismo monetario para las finanzas públicas. La primera: el gobierno estará impedido de emitir dinero inorgánico con fines políticos. No se permitiría la competencia del dólar circulando libremente dentro del país. Al no disponer del poder discrecional que aún tiene para emitir dinero inorgánico, tendría que ajustar las cuentas públicas para que no haya déficit fiscal.
La segunda: el pago de los salarios en dólares por el sector privado descongestionará a la Administración Pública de una burocracia excesiva. Y luego reducida la Administración a los equipos realmente necesarios, el sector público se verá obligado a competir con el sector privado para reclutar a los más capaces pagando salarios atractivos.
Tenemos que sincerar la dolarización de la economía venezolana, y la mejor manera de hacerlo es legalizando el dualismo monetario que ya existe.
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