Diez preguntas sobre la oportunidad y la viabilidad de un impuesto Tobin, aquí y ahora

. lunes, 5 de mayo de 2008
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1. ¿De dónde viene la idea del impuesto Tobin y por qué se habla tanto de él estos últimos años?


Los años 1970 vieron entrar al mundo en una fase de crecimiento débil, entrecortado por severas crisis, y provocando el incremento del desempleo. Para salir de esta situación, los gobiernos de los países más ricos del planeta creyeron encontrar una solución en la globalización liberal de las economías. Durante los años 1980, tomaron la decisión política de eliminar, una a una, todas las barreras a la libre circulación de las mercancías y de los capitales. Esa decisión no permitió a los países del Norte y del Sur reanudar el crecimiento, tampoco reducir las desigualdades sociales. Al contrario, provocó crisis económicas repetidas: crisis de la deuda de los países del Sur en los años 1980, quiebra de las cajas de ahorro en los Estados Unidos, crisis en México de 1994-1995, crisis en Asia del Este en 1997, crisis de Rusia y de Brasil en 1998. Estas crisis tuvieron un efecto devastador sobre las sociedades, beneficiando solo a un puñado de ricos.


La globalización liberal condujo a un desarrollo fantástico de las oportunidades de ganancias para las empresas y para los inversores financieros. Una nueva alianza se ha establecido entre el mundo de las finanzas y las empresas en general, contra los asalariados. El alza de las ganancias de las empresas alimentó las inversiones en las Bolsas de valores, en lugar de servir al crecimiento. La libertad de desplazamiento de los capitales financieros ha permitido a la especulación desarrollarse en todo el planeta.


Pero hoy cada vez más ciudadanos del Norte y del Sur se levantan contra el intento de transformar el mundo en mercancías y objetos de especulación. La asociación ATTAC constituye un elemento importante, como apoyo e información, para reforzar esta respuesta. Han encontrado en el impuesto Tobin una herramienta simple para luchar contra una de las formas de la especulación: la que concierne a las monedas. Los especuladores no vacilan en hacer ganancias provocando el derrumbamiento de una moneda, aunque eso tenga como consecuencia la caída en la pobreza de millones de personas. Recuperar una parte de las ganancias de la especulación con el fin de reparar los daños sociales que provoca, derrotar la arrogancia de los partidarios del liberalismo, ésas son las razones que explican por qué el impuesto Tobin ha seducido a la opinión pública.


2. ¿Cuál es su principio de funcionamiento y su eficacia supuesta?


Su principio es simple. La especulación habitual en las monedas consiste, por ejemplo, en vender una moneda y luego comprarla de nuevo a precio más bajo, para generar una ganancia; multiplicando las compras y ventas de monedas en el mismo día, el especulador busca realizar la ganancia más alta posible. Pero si cada vez que venda y compre de nuevo una moneda, el especulador tuviera que pagar un impuesto equivalente a la ganancia que recibiría, el juego dejaría de ser atractivo. El especulador será tanto más penalizado cuantas más veces realice operaciones de compra y venta. Una empresa que comercie con el extranjero o realice una inversión genuina, requerirá, en comparación, un número mucho más reducido de compras y de ventas de monedas y por eso será menos afectada por el impuesto Tobin. Por consiguiente, el impuesto Tobin responde bien a su objetivo: penalizar a la especulación, pero no a la economía productiva.


Además, el impuesto Tobin, como todo impuesto, produce ingresos que podrían servir para la lucha contra la miseria y el subdesarrollo. Los ingresos son potencialmente considerables y, en todo caso suficientes para aumentar de manera decisiva la financiación de los programas de alimentación, salud, educación, protección del medio ambiente de los países del Sur. Sin embargo, los ingresos del impuesto Tobin no deben sustituir a la ayuda pública al desarrollo, que no cesó de bajar en los últimos años. Es deber de cada Estado nacional impulsar políticas de protección social y de solidaridad, de educación, de salud pública, y de protección del medio ambiente, y prever los presupuestos necesarios. Los países del Norte son por lo demás suficientemente ricos para actuar inmediatamente en este sentido. Pero en los países del Sur los ingresos del impuesto podrían añadirse a las financiaciones que ya existen y aportar una contribución decisiva para vencer el subdesarrollo.


Además, aunque no pondrá fin a todas las formas de especulación y no resolverá todos los problemas, la adopción del impuesto Tobin tendría un impacto político extremadamente positivo. Desde hace algunas décadas los liberales se obstinan en probar que la economía obedece a leyes naturales, y que es perjudicial oponerse a la omnipotencia de los mercados. Sus políticas fueron aplicadas y provocaron resultados desastrosos, pero sin embargo persisten. Si combaten con encarnizamiento el impuesto Tobin, es porque han entendido el peligro que representa: aplicar ese impuesto es admitir que la especulación es nociva, que los mercados se equivocan y que deben ser controlados por los poderes públicos. Peor aún: si el impuesto fuera aplicado como consecuencia de una victoria de sus partidarios, sería un formidable estímulo, a escala mundial, para las luchas sociales y para todos los que piensan que otro mundo es posible. El grano de arena podría ser un freno a la maquina.


3. En un mundo donde los inversores especulan con todo, ¿no es ilusorio querer reducir la especulación?


Es verdad que no hay mercado sin especulación, pero de ello no es correcto deducir que los especuladores tengan derecho a actuar sin ninguna limitación. Es legítimo y posible limitar el campo de actividad de la especulación. Entre las dos guerras, los especuladores adquirieron mucha libertad y sumieron al mundo en la gran depresión de los años 30.


Finalizada la segunda guerra mundial, los gobiernos habían aprendido la lección y decidieron reducir fuertemente la libertad de circulación de los capitales financieros y la libertad de circulación de los capitales financieros y la libertad de especular. Y sin embargo, el mundo conoció entre 1950 y 1975 el crecimiento más fuerte y más largo del siglo XX. No se trata de regresar atrás porque el mundo de los años 50-70 no era el mejor de los mundos, pero si fue posible dominar a la especulación en esa época, ¿por qué no podríamos hacerlo hoy? El mundo de la economía no es un mundo aparte, está condicionado por decisiones políticas de mayor envergadura.


4. ¿Es suficiente el impuesto Tobin para oponerse a la hiperespeculación?


Se reprocha a menudo al impuesto Tobin que tenga una eficacia limitada. En efecto, ¿cómo imaginar que un impuesto mínimo sería suficiente?. En realidad, hay que distinguir varios casos posibles. Se puede considerar una primera posibilidad en la que la especulación habitual, la que provoca fluctuaciones reducidas diarias del precio de las monedas, degenere en ataque especulativo mayor. Cuando un puñado de especuladores influyentes pongan a prueba la fortaleza de una moneda y hagan buenas operaciones, con ello pueden arrastrar a su entorno a un creciente número de especuladores. La utilidad del impuesto Tobin está en actuar de modo preventivo, haciendo que no sean beneficiosas las primeras operaciones especulativas. Actuando desde la raíz, reduce la posibilidad de que una pequeña especulación se transforme en hiperespeculación.


Pero se pueden también examinar casos donde un número importante de especuladores se ponen de acuerdo para hacer caer una moneda de 20 al 30% en algunas semanas. Para este ataque, a veces los especuladores son capaces de movilizar sumas más importantes que las que dispone el Banco Central del país afectado para defenderse. Se puede mencionar, a titulo de ejemplo, el ataque concertado de los grandes bancos de la plaza de Londres contra la libra esterlina en 1993. La respuesta más adecuada consiste en aplicar un impuesto flotante: cuanto más se refuerce la especulación, tanto más aumenta el impuesto, y al revés. También se puede considerar que el Banco Central anuncie por anticipado que en cuanto la tasa de cambio de la moneda de la que es responsable se deprecie o se aprecie en un cierto porcentaje (-5% y +5%, por ejemplo), el nivel del impuesto aumentará a otro mucho más elevado, con exenciones posibles para las transacciones de cambio ligadas al comercio y a la inversión productiva. El carácter disuasorio del impuesto se vería así reforzado, pero también su carácter punitivo, ya que los especuladores se verían aún más duramente afectados. Esta idea está a veces asociada a la creación de un sistema monetario internacional en el que las principales monedas tendrían como objetivo fluctuar en el marco de un intervalo negociado de antemano (-5% y +5%, por ejemplo). La idea de esta propuesta es de un economista alemán, P.B. Spahn.


Finalmente, si estas medidas se revelaran insuficientes, se debe examinar restablecer un control de cambios, como existió hace poco en Francia y en otros países de Europa. El control de cambios somete la conversión de la moneda de un país en otra moneda (el cambio) a una autorización administrativa. El objetivo es verificar la utilidad de la operación de cambio para el funcionamiento de la economía, determinar e impedir la especulación contra la moneda nacional, e impedir las fugas de capitales. Malasia adoptó un control de cambios después del inicio de la crisis asiática en 1997. Estas medidas se revelaron eficaces y no provocaron salidas de empresas extranjeras, las cuales, al contrario, aprovecharon la estabilidad de la moneda.


5. ¿No es técnicamente imposible llevarla a cabo, dadas las nuevas tecnologías de comunicación?


Las nuevas tecnologías quizás ofrecen oportunidades a los inversores para evadir el impuesto, pero a su vez ofrecen también medios suplementarios a las autoridades públicas para obligarlos a pagar el impuesto Tobin. El mercado de cambios es ante todo un mercado al por mayor donde los bancos realizan más o menos un 90% de las transacciones. El mercado al por menor concerniente a los particulares no representa gran cosa. Los bancos realizan sus transacciones a través de sistemas de pago nacionales, cumpliendo con una reglamentación nacional estricta, vigilada por los bancos centrales de cada país. Estos sistemas nacionales de pago usan intensivamente las nuevas tecnologías, hasta el punto que se puede hablar de sistemas de pago electrónicos. Permiten identificar una transacción financiera extendida en dos monedas diferentes, así como la identidad de los bancos que proceden a la transacción. Es por tanto técnicamente posible identificar una operación de cambio y recaudar el impuesto realizando las modificaciones necesarias en los programas informáticos para que se realice automáticamente. Así, el coste de la recaudación sería muy bajo. Dentro de la Unión Europea, un sistema de mensajería bancaria electrónica denominado Target, bajo la responsabilidad del banco central europeo, ha sido establecido para hacer compatibles todos los sistemas de pago de los estados miembros. Un proyecto más ambicioso, pilotado por los 20 bancos más grandes del mundo, apunta a crear un banco de pagos globalmente centralizado (Continuos Linked Settlement, CLS Bank). Todas estas iniciativas facilitarán aún más la recaudación del impuesto


6. Es una idea generosa, pero ¿es posible realizarla sólo en un país?


No y nadie piensa seriamente que un solo país tomara la iniciativa de poner en pie unilateralmente el impuesto Tobin. Sin embargo, eso no significa que el único medio para aplicar ese impuesto fuera que todos los países del planeta lo adopten simultáneamente. Los mercados cambiarios están fuertemente concentrados a escala mundial y sería suficiente que los principales países del planeta aplicaran el impuesto para cubrir la mayor parte de las transacciones. Los 8 primeros países realizan más del 80% de las transacciones de cambio mundiales; los 4 primeros, el 65%. En la plaza de Londres, la más importante, con 33% del total mundial, los 10 primeros bancos realizaban el 50% de las transacciones, contra el 80% en París. A pesar de esta ventaja natural, es necesario que una región del mundo tome la iniciativa para romper con la lógica del todo o nada.


ATTAC propone que la Unión europea (y no solamente la zona euro) tome la iniciativa de crear lo que podríamos llamar una "zona Tobin". La Unión Europea tiene un peso económico equivalente al de América del Norte y representa más o menos la mitad del mercado mundial de cambios. Dispone pues de la importancia económica y política suficiente para empezar a aplicar el impuesto entre el euro y todas las demás monedas. La iniciativa de la Unión Europea sólo tiene sentido si se inscribe en una dinámica que trate de convencer a otros países de Europa y de otros continentes para que se unan a esta "zona Tobin". También se puede estudiar un mecanismo que estimule la integración: para todas las transacciones de cambio entre las monedas pertenecientes a la "zona Tobin", el nivel del impuesto sería más bajo que el aplicable entre una moneda de la zona y otra de fuera de la zona.


Es dudoso que se produzca una fuga duradera de capitales fuera de la Unión Europea, o una deslocalización permanente, ya que supondría renunciar a un mercado inmenso. ¿Todo eso para escapar al impuesto Tobin?


7. El impuesto provocaría fraudes y enriquecería a los paraísos fiscales de todo tipo


El fraude afectará al impuesto Tobin, como también afecta a todos los impuestos existentes. De modo general, cada medida que implica una constricción para los agentes económicos privados es una posible víctima del fraude. La legislación laboral, por ejemplo, es objeto de violación permanente. ¿Debemos concluir por eso que tenemos que renunciar a legislar el trabajo y dejar que las empresas decidan unilateralmente?


La sociedad civil no está desprovista de medios para luchar contra el fraude. El Estado, si tiene voluntad política, puede luchar eficazmente contra el fraude, sin olvidar tampoco a las organizaciones sindicales y las asociaciones que pueden ejercer una vigilancia eficaz.


En el caso preciso del impuesto Tobin, existen varias posibilidades de fraude:


La más importante, quizás, reside en la posibilidad, para firmas y bancos multinacionales, de utilizar Internet para crear sus propios sistemas de pago privados con el fin de no pagar el impuesto Tobin, si éste fuera recaudado a través de los sistemas de pago oficiales. Esa posibilidad existe, pero no es tan simple llevarla a cabo porque existen problemas de seguridad y de costos que tienen que resolver.


Ahora bien, el derecho internacional y las nuevas tecnologías permiten confiar en una lucha eficaz contra este tipo de fraude. Desde 1990, se firmaron acuerdos internacionales entre los bancos centrales de los 10 países principales que se llaman "estándares mínimos Lamfalussy", del nombre del presidente de la comisión del Banco de Pagos Internacionales (BPI, el "Banco Central de los bancos centrales", situado en Basilea, Suiza), acuerdos que fueron confirmados en 1998. Permiten a los bancos centrales de cada país negar el acceso al sistema doméstico de pago sobre el que ejercen vigilancia a todos aquellos agentes financieros privados, nacionales y extranjeros, que se negaran a aplicar la reglamentación nacional, por ejemplo el impuesto Tobin. Autorizan incluso a un banco central para que sancione a los agentes privados situados en su territorio. Supongamos que el impuesto Tobin fuera aplicado en Estados Unidos. Eso autorizaría al Banco Central (la Reserva Federal o FED) prohibir el acceso al sistema oficial de pago de Estados Unidos a una firma multinacional o a un banco que utilizara un sistema privado de transacciones internacionales para no pagar el impuesto. Es difícil imaginar tales sistemas privados no pudiendo proceder al pago de una transacción de cambio si no tienen acceso al sistema de pago doméstico.


La segunda posibilidad de fraude importante proviene de la innovación financiera. Cada año, decenas de nuevos productos financieros son inventados (entre ellos los productos derivados), permitiendo algunos de ellos evitar la realización de las transacciones de cambio clásicas.


Ahora bien, si el principio general es que el impuesto se recauda en el lugar de pago, no es decisivo determinar si lo que es intercambiado es un instrumento de cambio clásico o cualquier otro producto financiero porque, desde el punto de vista del sistema de pago, todo es muy parecido, a partir del momento en que la transacción supone un intercambio de divisas. Si una transacción sobre un producto cualquiera da lugar a un intercambio de divisas, entonces ese intercambio será fiscalizado a través del sistema de pago. Si un producto derivado permite esquivar el mercado de cambios, el impuesto no será recaudado, pero las tasas de cambio no se verán afectadas, lo que es exactamente el objetivo perseguido por el impuesto Tobin. De modo general, productos derivados cada vez más complejos y discretos pueden ser imaginados, pero corren el riesgo de ser cada vez más costosos y menos fáciles de utilizar, debido a sus características cada vez más específicas. ¡Todo eso para escapar a un impuesto modesto en el mercado de cambios!. Muy pronto, ese juego corre el riesgo de no valer lo que supone su coste.


El tercer problema tiene que ver con el peligro de deslocalización al extranjero, especialmente a los paraísos fiscales. Se exagera demasiado sobre eso. ¿Por qué los mercados de cambios no están todos ya situados en los paraísos fiscales, si la fiscalidad es casi inexistente y el secreto bancario es total?. Eso se debe a que existen otros motivos para incitar a un banco a localizar sus salas de mercado en un país determinado, sobre todo dentro de los países más importantes de la economía mundial.


Además, los Estados no están desprovistos de medios, existen soluciones. Algunas decisiones tímidas empiezan a ser tomadas por los países ricos exigiendo a los paraísos fiscales un mínimo de transparencia y cooperación judicial. Es posible ir mucho más lejos. Parlamentarios franceses y europeos, como los Jueces del Llamamiento de Ginebra, defienden la proposición de que toda transacción que implique a un paraíso fiscal sea declarada ilegal en el territorio de la Unión Europea. Se puede también considerar fiscalizar a un nivel prohibitivo toda transacción de cambio con destino a, o procedente de, esos paraísos fiscales. A escala de la Unión Europea, la creación de una fiscalía europea permitiría perseguir a cualquier agente financiero cometiendo un fraude al impuesto. En este terreno, como en otros, la voluntad política es lo que cuenta.


8. Los especuladores van a integrar su coste por anticipado y serán los pueblos los que paguen


Para empezar, es importante saber cómo están organizados los mercados de cambios y quiénes son los especuladores. Cuando un particular cambia su moneda nacional para partir al extranjero, se trata del mercado de cambios al por menor. No representa mucho. Lo que si cuenta es el mercado de cambios al por mayor, donde sólo cantidades muy altas son cambiadas. Los bancos son los actores principales y obligados. Incluso las firmas multinacionales no pueden intervenir directamente en el mercado de cambios. Tienen la obligación legal de dirigirse a un banco.


Para especular con los cambios, es pues necesario dirigirse a un banco.¿Quién especula? Es cierto que hay fondos especializados en la especulación, pero fuera de ellos, los especuladores no constituyen un grupo aparte fácil de identificar, porque todo el mundo especula: los bancos, las empresas y algunos particulares, en general ricos.


Los bancos especulan a diario cuando, por ejemplo, tienen que esperar aunque sea unas horas, antes de vender una moneda que acaban de comprar a su cliente, si tienen la esperanza en una evolución aprovechable de las tasas de cambio durante ese intervalo. A veces llegan a acuerdos informales que tienen por objeto hacer caer una moneda (por ejemplo, el ataque contra la libra esterlina en 1992). Finalmente, los bancos cobran comisiones de cambio importantes en las operaciones de especulación decididas por sus clientes.


Esos clientes, ¿quiénes son?. Esencialmente, empresas y otros agentes financieros no bancarios (compañías de seguros, fondos de pensiones, etc.): Jacques Calvet, el ex PDG de PSA Peugeot Citroën, se hizo famoso por haber hecho perder mucho dinero a su empresa especulando en torno a una baja de la libra esterlina cuando se produjo la primera victoria electoral de Tony Blair.


Otra particularidad de los especuladores. No se trata de una conspiración desde el extranjero. En el ámbito de la especulación la nacionalidad no existe. Las empresas no tienen ningún escrúpulo en especular contra la moneda de su país de origen, si piensan que hay una oportunidad de obtener ganancias.


Por todas esas razones, es normal someter a los bancos al impuesto Tobin. Una parte del coste será repercutida en su cliente, lo cual no es ilegítimo porque participan también de la especulación. Pero son sobre todo los bancos los que van a pagar el impuesto porque son ellos los que realizan la mayor parte de las transacciones cambiarias. En cuanto a los particulares, raramente pagarían el impuesto en la medida que el número de transacciones que realizan es todavía muy bajo. El impacto de un impuesto de 0,1%, por ejemplo sería, además, bajo en comparación con las comisiones bancarias, disfrazadas o no, de 4-5% que los particulares pagan cuando cambian su moneda.


9. Una vez admitido el principio, ¿cómo recaudarlo y a qué destinarlo?


Legalmente, todo banco privado debe abrir una cuenta en el banco central en los países donde interviene. Como el banco central tiene también un papel de primer plano en el funcionamiento de los sistemas de pago electrónicos descritos anteriormente, una solución sencilla y práctica sería que cada banco privado pague el monto del impuesto en una cuenta especial al banco central del país donde la moneda extranjera es entregada. La critica según la cual el impuesto Tobin daría nacimiento a una nueva burocracia tentacular es simplemente falsa. Después de haber sido recaudada a nivel estatal bajo la responsabilidad administrativa del banco central, los ingresos serían transferidos después a una institución internacional encargada de centralizar los ingresos antes de redistribuirlos.


En cuanto a qué fines destinar el producto, hay por desgracia una plétora de necesidades. El foso que se abre entre los países desarrollados y en desarrollo está transformándose en el problema central de nuestra época. No hace más que crecer y se combina con la explosión de nuevas formas de pobreza, exclusión y precariedad en los países "ricos" de la OCDE y los de Europa Central. Estas desigualdades se alimentan de los procesos de globalización de los mercados. Las promesas de ayuda al desarrollo tomadas por los Estados de Copenhague en 1995 y reiteradas en Ginebra en el año 2000 quedaron desgraciadamente en letra muerta. En todo caso, los países del Sur conocen hoy día necesidades de financiación absolutamente enormes frente a la situación de los niños, de las mujeres, de la salud publica y de la escolarización, de la democracia, del medio ambiente y de la seguridad de las personas.


Cada uno de estos desafíos constituye una verdadera bomba de relojería para el planeta entero. Asumirlos necesitará en todo caso sumas de dinero colosales. Los ingresos del impuesto Tobin deberían estar destinados a esos proyectos de interés público. Así, reduciendo el margen de maniobra de la especulación financiera, permitiendo a la esfera de la democracia recuperar espacio frente a la dictadura de los mercados, el impuesto obtendría miles de millones de dólares para el desarrollo humano, la salud pública y la seguridad colectiva.


10. El tercer mundo está corrompido profundamente, eso va a subvencionar a la corrupción.


Es corriente oír eso, pero el tercer mundo no tiene el monopolio de la corrupción. Los casos que no paran de afectar a todo el mundo occidental desde hace varios años, el papel jugado por los grandes bancos en el reciclaje del dinero sucio, procedente de las armas o de la droga, la importancia alcanzada por paraísos fiscales que están tan cerca de nosotros, todo eso demuestra que es el conjunto del sistema el que transpira corrupción. Eso no hace más que reforzar la importancia de la democracia como valor universal y de la necesaria reapropiación ciudadana. En general, cuanto más corrupto es un sistema, menos democrático es; al contrario, en la medida que un pueblo asuma sus retos, disfrute de contra-poderes, derechos y libertades reales, la corrupción tendrá menos oportunidades de extenderse. En ese sentido, el combate por el desarrollo es inseparable del combate por el derecho a la democracia, a las libertades de expresión, organización, elección …


Entonces, ¿el impuesto Tobin no es una panacea?


No, por supuesto que no. Es un medio, una herramienta entre otras, al mismo tiempo que un objetivo a la vez realista y audaz frente a la realidad de la globalización financiera. Paradójicamente, esta globalización crea condiciones para una resistencia con formas renovadas, más convergentes, más solidarias unas con otras. Por ejemplo, cualquiera entiende fácilmente que no serviría para nada recaudar los ingresos de un impuesto Tobin si éstos fuesen usados para el reembolso del servicio de la deuda de los países del Sur. Eso es lo que explica que los "militantes Tobin" exijan la anulación de la deuda; asimismo, las y los que luchan desde hace mucho tiempo por ese objetivo piensan igualmente en el desarrollo y en su financiación, para lo cual el impuesto tiene un papel a jugar. Es por la misma razón que la Marcha Mundial de las Mujeres contra la miseria y la violencia apoya la propuesta de un impuesto Tobin.


Igualmente, la reivindicación del impuesto Tobin aparece como inseparable de otras medidas, limitadas, como por ejemplo la prohibición de los paraísos fiscales, o mucho más amplias, como la regulación del comercio internacional –¿ para qué frenar la especulación financiera si la circulación de las mercancías está totalmente liberalizada?- o la necesaria refundación de las instituciones financieras internacionales. En efecto, hay que dar por supuesto que las y los que sostienen la idea de que "otro mundo es posible" no cuentan con el FMI, el Banco Mundial o la OMC para reconstruirlo.


De todo esto se desprende la importancia de intercambiar reflexiones y experiencias entre diferentes redes, de partes diferentes del mundo, con el fin de empezar a formular alternativas globales frente al liberalismo.


Jacqueline Varliette/Guillermo F. Parodi. Sandrine Caquineau

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